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martes, abril 16, 2024
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¿QUÉ NOS ESTÁ PASANDO?

Lo he dicho en ya varias oportunidades y lo reitero: algo estamos haciendo muy mal como sociedad, si somos capaces de ver más por los animales, que por nuestros propios pares. Y no me malentiendan, no hablo de avalar que maltratar el resto de la fauna planetaria –por mucho más aquella que hemos domesticado para que nos haga compañía– esté bien, ¡pero carajo!

Con la severidad de problemas que tiene este país en materia de derechos humanos, me parece francamente grotesco que nos remuerda públicamente más fácilmente la conciencia ver que maten a un perro, a ver que a una persona sea asesinada, y no hablemos ya de abandono o de indigencia, porque otro tanto sucede, ¿o qué, acaso no se ha dado cuenta lo mucho que en San Luis Potosí capital, han aumentado los casos de personas mendigando para sobrevivir? Pareciera que lo de ver por los animales, antes que por nuestros pares, es la pastillita lava conciencias que una amplia mayoría se toma para convencerse de que ya hizo lo suyo con aquello de hacerle frente a los problemas más severos de este mundo.

Ah, y no me vengan con estupideces sentimentalistas de que seguro yo hablo así porque no sé lo que es tener un amigo perruno o gatuno, porque los he tenido en varias oportunidades; tampoco –y menos si no me conocen en persona–, me vengan con la mamarrachada de que yo qué carajos hago por mis pares humanos, porque lo intento tanto como puedo, sólo que jamás lo anuncio, porque estoy severamente en contra de utilizar la solidaridad como una muletilla de mi ego.

La verdad es que en buena medida el Papa Francisco tiene razón respecto a lo mucho que nos hemos ido deshumanizado con nuestros propios pares, con una muy significativa gravedad o salvedad, sin negar por ello, que quizá –pero sólo quizá–, el tipo pueda tener la más humana y personal voluntad de querer remediar el tema que denuncia públicamente: la verdad en boca de los que han hecho muy poco por aliviar lo que denuncian, suena a burla, y hasta a insulto.

Ahora bien, si ya es jodido mirar a un líder religioso pronunciarse públicamente al respecto, pero sin hacer cambios de fondo, para por ejemplo procesar de una vez a todos los ministros de culto de su propia denominación confesional que han abusado de menores de edad, en vez de seguirlos protegiendo; es todavía peor ver que ello ocurra con los políticos, y digo que es peor, porque al menos a esos si los elegimos todos: y que se pronuncien públicamente teniendo a cargo nuestra propia seguridad, no suena más que a oportunismo mediático, –algo que se ha usado como moneda de cambio entre absolutamente todas las trincheras–, cual si bastara con sólo pronunciarse en contra del maltrato animal para evitarlo, pero igual que toda la vida, sin hacer cambios de fondo.

Mientras afuera en las calles cientos de indigentes son objeto de las más velada hostilidad colectiva: la de mantenerlos en la más absoluta invisibilidad institucional y social; porque claro, asistirlos y/o atenderlos exigiría resolver la pena de personas con enfermedades mentales o con severos casos de depresión, sin contar los de explotación infantil y geriátrica, que lo de tener a alguien abusivamente en la calle pidiendo limosna, también se ve con personas de la tercera edad, sin contar los casos que genuinamente están en la calle pidiendo lo que sea la voluntad de los transeúntes, porque la falta de opciones los ha ido orillando, y claro está, los cientos de migrantes de todos lados, que si bien sólo están de paso, no lo dejan de pasar mal.

Insisto, algo estamos haciendo muy mal como sociedad, si nos remuerde más el maltrato animal, que el de nuestros pares humanos. Y no es que se tenga porque elegir entre atender una cosa o la otra, pero no es menos cierto que tenemos, lo mismo en lo local que en lo nacional, una severa y/o brutal cantidad de problemas públicos que comprometen la dignidad personal de miles de personas, para andarnos sobre admirando de que exista gente lo suficientemente mezquina para abandonar y/o agredir o incluso matar animales, todo ello al mismo tiempo que nos vamos haciendo cada vez más indolentes con la miseria humana de quienes por negligencia e ineficiencia pública, peor lo pasan.

Eso para mí, no habla sino de una severa miopía social o de un trastorno de salud mental que parece haberse vuelto endémico de nuestro tiempo: antropomorfizar a los animales, o lo que es lo mismo, atribuirle a estos cualidades humanas, al punto de vernos tratarles mucho mejor que a nuestros semejantes. Y no es que me oponga a aquellos que por genuina convicción abogan por no dejar librados a su suerte a cuanta mascota hay en la calle, –lo mismo por descuido, que por negligencia–, hagan lo consecuente por atenderlos, pero sí me parece fuera de toda proporción sobredimensionar lo uno, cuando es un hecho que por las más diversas razones se ha ido descuidando la humana solidaridad.

Ya alguna vez lo había dicho públicamente y vuelvo a insistir en ello: el país está tan lleno de gente decididamente mezquina y cuya estupidez u oportunismo raya en lo patológico, que ya no sé si en vez de código penal y sistema penitenciario, será mejor optar por cambiar y/o sustituir la legalidad por cobertura sanitaria total con hospitales psiquiátricos, medicación y consulta con especialistas por razones de inestabilidad mental y emocional. Capaz conseguimos más tratando nuestros severos desequilibrios sociales como problemas de salud, que como temas legales. Me queda claro que poco o nada resolveremos en términos de desequilibrios sociales, mientras sigamos encausando nuestras posibilidades de solidaridad limitándola hacía los animales, dejando sin efecto la que corresponde con nuestros compañeros de la especie y vaya que existe una cantidad brutal de problemas por atender como para decir que no lo hacemos porque no hay donde intervenir. En otro modo seguiremos jugando al pro animalismo para lavar culpas.

–Para preocuparse en San Luis Potosí.–

Esta semana han matado ya a varios policías y civiles, pero el Gobierno del Estado prefiere seguir pajareando con la apertura de tortillerías y demás ocurrencias chabacanas del señor gobernador (entre películas, monumentos a Cri-Cri, campos de Golf en una ciudad con severos problemas de agua, y cuanta chifladura se le ocurre al narco Pollo), a quien, hay que decirlo claramente: el cargo le queda muy grande, porque siente que estuviera todavía gobernando Soledad. Es francamente patético. ¡Somos el hazmerreír de todo el país! Estamos tan mal que ni lo que el propio Pollo prometió que haría en los primeros 100 días de gobierno se ha hecho, así de ese tamaño es la severidad de nuestra realidad, no hay gobierno, estamos en manos de corruptos, pero además incompetentes, por si quedaba duda de que alguna vez podríamos estar peor que con muchas administraciones del pasado que han sido acusadas de todo.

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