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LA MONEDA SIGUE EN EL AIRE

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LA MONEDA SIGUE EN EL AIRE

Por Emanuel del Toro.

La desproporción entre lo que el gobierno federal le sabe a Gallardo y familia, y lo poco que le ha hecho, es tan alta, que si este llegara a ganar, –o incluso a perder, pero quedando impune–, será más que evidente que todo aquello que la 4T dice representar en su cruzada por un cambio que rompa inercias de desigualdad perpetuadas por generaciones, ha sido siempre, –como de hecho sostiene la oposición–, un timo; un cuento a modo, usado a conveniencia de una élite centralista y facciosa, que por pragmatismo pacta con lo que sea si ello le garantiza su hegemonía política; exactamente igual que en gobiernos anteriores.

De poco o nada valen las justificaciones enredadas y/o rocambolescas, bajo las cuales algunos pretenden que todo ello ocurre a espaldas de un Presidente toda bondad, que no se da cuenta lo que sucede en esta y otras localidades. Pero es justo lo contrario, tal es el nivel de información que el gobierno federal tiene sobre las actividades delictivas de los Gallardo, que es un auténtico despropósito querer pensar que lo que sucede en San Luis Potosí no es de conocimiento pleno de Palacio Nacional. De ahí que resulte incomprensible la parsimonia y lentitud con la que se despacha la cuestión, cual si los responsables en efecto fueran los ampones de poca monta que el Presidente refiere como mafiosillos. Pero la realidad es que cuanto más se les busca, más les encuentran; todo sin que ocurra lo más mínimo en términos de justicia.

Desde malversación de fondos públicos y su desvío a empresas privadas o fantasmas, hasta enriquecimiento inexplicable y nexos con el narcotráfico, así como cuantiosas triangulaciones en Estados Unidos y Australia, pasando por lavado de dinero y clientelismo electoral al por mayor que rebasa cualquier tope legal de campaña, e intimidación y amenazas a los adversarios. No hay prácticamente límite alguno que los Gallardo no hayan trastocado, lo que ha traído como consecuencia un creciente poder de influencia sobre la localidad que hoy amenaza con volverse estatal.   

Por tales condiciones, no pocos son los que afirman que lo que ocurre en San Luis Potosí, no es más que la muestra inequívoca de que Gallardo es el verdadero candidato de Palacio Nacional para suceder al saliente Carreras López, todo sea por romper la regularidad con la que las élites locales han conservado el control político en los últimos 50 años, obligando al centro del país, a negociar y/o ceder espacios ante el peligro de perder el control, como ocurrió con la irrupción del navismo en los 60’s y 80’s.

Un cálculo que se justifica según dicha lógica, porque el gobernador terminó –a juicio de muchos–, imponiendo en Morena una candidata afín a sus intereses, al tiempo que metió mano en el PAN y su propio partido el PRI, para que su abanderado a la gubernatura, en coalición con el PRD y Conciencia Popular, fuera nada menos que el hermano de su propio Secretario de Finanzas. Todo ello en un intento por cubrirse las espaldas frente a futuros señalamientos y/o persecuciones de su sucesor. 

¿Hasta qué punto se puede o no probar una conjetura semejante –que se da por descontado, como si de un hecho fehaciente se tratara–, entre quienes siguen rutinariamente el devenir político de la localidad? ¿Hasta qué punto significa esto que ya hay un claro puntero o ganador en un escenario que se ha caracterizado por la escasa capacidad de convocatoria de todos los candidatos?

Confieso que me sorprende tal nivel de análisis y lo extendido que la idea de que esta será una elección de Estado ya prácticamente definida, cuando es de todos sabido que la política es el reino de lo contingente y lo volátil, del azar y la incertidumbre. En sus dominios ningún acuerdo dura para siempre, ni tiene mucho menos los resultados que se piensa que tendrá en un inicio. La propia presencia de Carreras como gobernador saliente, es muestra de ello; pocos en la coyuntura que lo llevó a la gubernatura se habrían atrevido a pensar que él fuera quien ganaría. No fue sino con posteridad que el mundillo de los opinadores políticos se vería recomponiendo la secuencia de lo sucedido para entender por qué llegó.

Yo por mi parte y sin ánimos de jugar al adivino, pero si al menos de dejar a un lado especulaciones palaciegas sobre alianzas que todos dan por sentado, aún si nadie puede probar,  pienso que no hay hasta el momento nada en claro, y ello ocurre por distintos factores. Primero, hay aún una amplia franja de indecisos que rondan entre el 20 y el 22%, su peso es tan amplio, que perfectamente pueden terminar inclinando la balanza a favor de cualquier contendiente; segundo, ninguna de las encuestas más serias ha arrojado todavía un claro puntero, lo que es más, las encuestas han sido utilizadas como nunca antes, cual arma proselitista por todos los candidatos. Lo que ha pulverizado su utilidad real, ya que cada cual saca sus propias encuestas a modo; y tercero, la pandemia ha jugado en contra a todos los candidatos, reduciendo su poder de convocatoria, ello promete seguir jugando su propio peso en la realización misma de las elecciones. Si bien el estado se encuentra ahora mismo en semáforo verde, ello ha servido muy poco para incentivar la confianza de la gente por salir a la calle.

Todo ello en su conjunto, sumado al hecho de que el espectro político se encuentra muy polarizado y sobre representado con opciones que no tienen la menor oportunidad de ganar la elección, ha terminado propiciando que la práctica totalidad de los contendientes jueguen de continuo a las apariencias, ya con noticias falsas o esparciendo rumores y/o chismes de toda índole, lo mismo que con fotos alteradas digitalmente, intentando simular poder de convocatoria –a veces de forma por demás irrisoria, burda y poco realista–, para con ello influir en el ánimo del electorado. Unos, los candidatos con posibilidades reales, para acrecentar sus chances de inclinar la balanza a su favor en la pretensión de ganar, y otros, los llamados candidatos pequeños, por sus nulas opciones de triunfo, para al menos cumplir con el cometido de conservar los registros de los partidos que los hicieron candidatos.

Si a ello se suma lo poco productivo que ha sido el primer debate de los contendientes por la gubernatura organizado por el CEEPAC, (cosa que no cambió lo más mínimo en el debate organizado por COPARMEX, siendo lo más destacable de este segundo encuentro la ausencia del propio Gallardo); lo mismo por las insuficiencias propias de los debatientes, que por lo poco propicio del formato que se utilizó y hasta por las carencias de su producción, es claro que no hay todavía nada definido. Luego entonces, veo por qué terminar haciéndole el caldo gordo a ninguno de los candidatos para sumarse al frenesí de un canto multitudinario de sirenas, que pregona que este arroz ya se coció, cuando la realidad es que la moneda sigue en el aire.

mayo 17, 2021

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