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jueves, marzo 28, 2024
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EL CANELO: ÍDOLO DE PAPEL. O LA CASA NUNCA PIERDE

No hace falta confundir la gimnasia con la magnesia, al Canelo se lo ha criticado mucho por inflado, y ojo cuando se dice que está inflado. Lo está no porque sea necesariamente un mal boxeador, sino porque rara vez se ha visto que se le exija según el nivel que se sabe que tiene o podría desarrollar. Algunos podrán decir que cuidar su carrera al punto de evitarle el mayor daño posible, es y será el derecho exclusivo de quienes manejan su carrera, porque después de todo, la misma es una inversión, –y muy lucrativa–, y está muy bien; yo personalmente no tengo nada en contra de que así sea. Pero querer pensar que la totalidad de su carrera ha sido en las condiciones de máxima exigencia que si han sufrido otros combatientes del pasado y del presente mismo, es poco menos que un exceso vergonzoso y/o poco realista.

No, no es que como mexicanos nos tenga que dar gusto ver a un mexicano caer, porque ah como son buenos algunos para retorcer las cosas, y querer ver razones para dividirnos entre patriotas y traidores, malos o buenos, malinchistas o nacionalistas, y tantas tarugadas más, como es que conviene a quienes de lo político viven; es que lo digamos a o no, tenemos toda una vida viendo como los menos se hacen siempre más ricos a costa de simular y/o fingir que las cosas en el mundo son una cosa, cuando son en realidad otra. Que ver de vez en cuando que la propia realidad echa por tierra los negocios hechos al amparo de simulaciones, se vuelve una pequeña victoria que más de uno siente como personal.

Claro está que como la casa nunca pierde, porque en el mundillo del enriquecerse a base de la especulación, todo es negocio; y cuando digo todo, todo es absolutamente todo, más tarde que temprano veremos que se acuerden las consabidas revanchas. Porque habrán de ser tantas como sean necesarias, hasta que el producto de venta vuelva a ganar, tal y como en su momento ocurriera con Juan Manuel Márquez y Manny Pacquiao, con todo y que este, sí que tenía un nivel mucho más equilibrado y/o semejante al de su oponente. De cualquier manera, si el Canelo –cosa por demás improbable–, no volviera a levantar, ni con peleas hechas a modo, –como se piensa que ha sido la mayor parte de su carrera–, no faltará con quien sustituir el negocio que hoy se entreteje a su alrededor.

Y es que así es hoy la industria del entretenimiento, como la del deporte multitudinario independientemente de la disciplina de la que se trate: futbol, boxeo, basquetbol o futbol americano, es todo lo mismo. Lo que es negocio, es negocio, se trate de lo que se trate, y como tal, se lo cuida y/o utiliza tanto como se puede. Así ha sido antes, y no parece que vaya dejar de serlo, porque insisto, tal y como se dice en el mundillo del juego y las apuestas: la casa nunca pierde; lo mismo se comercia con el triunfo, que con la derrota y la promesa de una futura redención. Nada hay más lucrativo para los intereses de quienes controlan verdaderamente el mundo, que el mantener cautivos a miles de millones, como espectadores de una realidad aumentada que poco o nada tiene realmente que ver con la suya propia.

Pero una cosa es que exista un público cautivo capaz de consumir lo que sea que se le ponga de frente, y otra muy distinta que la totalidad de ese público esté dispuesto a creerse que todo lo que le ponen de frente es realmente lo que parece. Ese y no otro es el punto que mayor controversia ha despertado siempre la figura de Saúl “El Canelo” Álvarez Barragán. Un púgil que sin distinguirse por un despliegue de capacidades técnicas extraordinarias, se ha terminado haciendo de un lugar en el mundo del boxeo, muy por encima de lo que hasta ahora ha mostrado en realidad. Porque huelga decirlo, la mayor parte de su éxito boxístico se ha construido al amparo de los medios de comunicación y de no pocos políticos que no han perdido la ocasión de sobredimensionar su desempeño para fines de ganancia propia, porque como se dice en calle: nadie da paso sin huarache.

Al final el punto es que no convence. ¿Pero por qué no convence el Canelo si en lo formal su paso ha sido más que ejemplar? Consiguiendo entre otros distintivos, ser campeón wélter de la WBA; de la NABF; latino wélter de la WBO; mundial juvenil wélter del WBC; y plata superwélter del WBC, entre muchos más galardones; una progresión ascendente que hasta el momento suma poco más de 55 peleas profesionales, de las cuales ha sufrido sólo 3 derrotas y 2 empates. Logros nada despreciables que no parecen ser insuficientes para un espectador promedio, que en los últimos años ha hecho manifiesta la impresión de que no importa lo que el Canelo intente, su desempeño queda a deber.

Algunos sostienen que al tratarse el boxeo de uno de los deportes de mayor tradición en el país, lo que ha significado el surgimiento rutinario de gran número de exponentes de indiscutible calidad, el nivel de exigencia del público mexicano suele muy alto. Lo que hace inevitable las comparaciones con leyendas del pasado reciente, muchos en ese sentido, aducen –no sin razones para hacerlo–, que el Canelo no está todavía a la altura de leyendas como Julio César Chávez, Juan Manuel Márquez, “Mantequilla” Nápoles, Rubén Olivares o Erik Morales, –y quizá nunca llegue a estarlo, porque no se la ha visto hasta el momento una exigencia física que justifique su reconocimiento público–, por lo que consideran sobrado su estatus como pretendida celebridad del boxeo internacional.

Otros por su parte, atribuyen la animadversión de su figura les genera, con que la mayoría de sus combates han sido con pugilistas cerca del retiro, y cuyo nivel está muy por debajo de lo que el propio Canelo podría dar; para quienes así piensan, el Canelo no es necesariamente un mal boxeador, sin embargo, se la ha cuidado mucho, por lo que es casi un hecho que no se sabe realmente de qué está hecho, y a no ser que en lo sucesivo se vea enfrentando a boxeadores calidad y resistencia equiparables a las del propio pugilista mexicano, difícilmente conseguirá sacudirse la impresión de no ser más que un ídolo de papel, hecho para beneficio mediático y/o económico de quienes toda la vida han manejado y promovido su carrera.

Sea una cosa o la otra, algo sí es seguro: con la más reciente derrota del Canelo frente al ruso Dmitry Bivol, da la impresión de que al menos de momento, ganó el boxeo y perdió el marketing; prepárense de aquí en más a varias revanchas hasta que ese producto de venta llamado Saúl Álvarez, vuelva a ganar. Porque como ya he indicado antes: la casa nunca pierde. Y si se trata de ser sinceros, poco hay más lucrativo, que la caída de un ídolo, –que sea real o no–, busque la ocasión redimirse para volver a brillar y quien sabe, a lo mejor, –cual si de una película hollywoodense, al estilo de las de Sylvester Stallone se tratara–, por fin convencer.


PD. Ver ganar a otro mexicano da mucho gusto, cuando sus triunfos son a la buena, porque deja la piel en conseguirlos y se esfuerza a tal punto, que los consigue sin dejar lugar a dudas. Pero no nos confundamos, defender los triunfos que se consiguen ganando sin convencer o sobredimensionarlos, cual si de hazañas se trataran, sólo porque a los manejadores de la carrera de un deportista que se vende como de élite, cuando no lo es, –porque no se le ha exigido como tal–, no puede ser tenido como un referente de patriotismo o de amor al propio país. Más claro, si ser malinchistas está mal, peor está que se piense que alguien merezca ganar, sólo porque sea de tu propio país; ese y no otro, es el origen mismo de buena parte de la mediocridad que caracteriza a muchos pueblos que viven persistentemente en el subdesarrollo.

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